Decidió que mi hermano y yo sólo podríamos ver dos o tres programas preseleccionados durante la semana. En nuestro tiempo libre, debíamos leer dos libros cada uno, de la Biblioteca Pública de Detroit, y entregarle nuestros comentarios sobre ellos. Ella los marcaba y subrayaba a medida que los revisaba. Años más tarde, comprendí que sus marcas eran un truco. Mi madre era casi analfabeta, sólo había ido a la escuela hasta el tercer grado.
Aunque no teníamos dinero, entre las cubiertas de aquellos libros yo podía ir a cualquier parte, hacer cualquier cosa y ser quien se me ocurriera.
Cuando entré al instituto, yo era un estudiante de primer nivel, pero eso no duró mucho. Quería ropa extravagante. Quería estar con mis colegas.De alumno de clase A,pasé a ser, primero, de clase B y, luego, de clase C, pero no me importaba.Chocábamos los cinco y nos palmeábamos la espalda. Yo era un tipo a la moda.
Una noche, mi madre llegó a casa después de sus varios trabajos y yo me quejé porque no tenía suficientes camisas de tejido italiano. Me dijo: «De acuerdo. Te daré todo el dinero que he ganado esta semana fregando suelos y limpiando baños, y tú comprarás la comida para la casa y pagarás las facturas. Con lo que te quede, podrás comprarte todas las camisas de tejido italiano que quieras».El acuerdo me pareció estupendo pero, una vez distribuido el dinero, no me quedó nada. Comprendí que mi madre tenía que ser un genio de las finanzas para mantener un techo sobre nuestras cabezas y comida de toda clase en la mesa, además de comprar ropa. También comprendí que la gratificación inmediata no me iba a llevar a ninguna parte. El éxito requería preparación intelectual. Volví a estudiar y a ser un estudiante de primera clase, y finalmente cumplí mi sueño de ser médico.
A lo largo de los años, encontré inspiración en la firme fe en Dios de mi madre, especialmente cuando tuve que realizar intervenciones quirúrgicas extremadamente difíciles o cuando me enfrenté a mi propio miedo clínico.
Siendo aún joven, descubrí que padecía una forma muy agresiva de cáncer de próstata; me dijeron que podía haberse extendido a la columna vertebral. Mi madre se reafirmó en su fe en Dios. Nunca se preocupó. Decía que Dios aún no había terminado conmigo; aquél no podía ser de ningún modo un problema grave. La patología de mi columna resultó ser benigna; me operaron y me curé.
Mi historia es, en realidad, la historia de mi madre, una mujer con escasa educación formal y aún menos bienes mundanos, que utilizó su posición parental para cambiar las vidas de mucha gente en todo el planeta."
Relato de Benjamin Carson, recogido en el libro "Lo que mueve mi vida"
El doctor Benjamin Carson es director de neurocirugía pediátrica en el Centro Infantil de Johns Hopkins.La beca del fondo Carson ha ayudado a alrededor de 1700 estudiantes de instituto.